Encender una vela es uno de los gestos más antiguos de conexión espiritual. La luz representa presencia, guía y recordatorio. Sin embargo, cuando se trata de nuestros muertos, no todas las luces deben mantenerse encendidas todo el tiempo. Muchas personas, movidas por el amor o la nostalgia, encienden velas constantemente para sus difuntos. Lo hacen con cariño, sin saber que, energéticamente, esa práctica puede abrir canales que no siempre son convenientes.
Cada vela que encendemos es una llamada luminosa que no solo ilumina el ambiente, sino que también proyecta energía hacia el plano espiritual. Cuando se dedica una vela a un alma, esa luz se convierte en un punto de encuentro, por eso las velas son poderosas durante fechas específicas (como el Día de Muertos, aniversarios o rituales de honra), pero mantenerlas encendidas con frecuencia para los falleciso puede impedir que esas almas sigan su camino natural hacia la luz.
La energía del fuego es activa, no pasiva, por lo que atrae, convoca y sostiene un canal abierto. Si ese canal no se cierra con consciencia, puede generar un ambiente denso o melancólico en casa, donde la energía del pasado se mantiene flotando.
Honrar no es lo mismo que invocar. Entendiendo esto, podemos mantener vivo el recuerdo de nuestros seres queridos sin necesidad de llamarlos constantemente al plano terrenal. El verdadero vínculo con ellos se conserva a través de nuestros actos, palabras, decisiones y la forma en que seguimos su legado. Encender una vela es hermoso cuando se hace con intención de guía o agradecimiento, pero si se convierte en una costumbre diaria, puede transformarse en un anclaje energético, tanto para quien partió como para quien permanece.
Si deseas mantener una conexión amorosa sin generar un llamado constante, puedes hacerlo de otras formas:

Ofrendas simbólicas sin fuego
Coloca en un rincón de tu casa (o jardín) un pequeño altar que no incluya velas, sino:
- Flores frescas o secas (cambia cuando se marchiten).
- Un vaso de agua limpia (símbolo de purificación y conexión espiritual).
- Una piedra o cristal que los represente.
Honrarlos a través del servicio o la creación
Dedica actos simbólicos en su nombre, que eleven su energía en lugar de atraerla, por ejemplo:
- Cuidar una planta o árbol en su honor.
- Escribir una carta o poema para ellos y guardarlo en un cuaderno especial.
- Cocinar su platillo favorito y compartirlo con alguien necesitado.
Estas acciones elevan su energía en lugar de atraerla.
Crear un día fijo de recuerdo
Elige un día al mes o al año para hablarles, dejarles flores o hacer un pequeño gesto. El resto del tiempo, permite que su energía descanse. Esto mantiene equilibrio entre amor y desapego.
El descanso también es un acto de amor
La energía de los muertos no necesita fuego para recordarnos, solo necesita amor, gratitud y permiso para descansar. Dejar que los muertos sigan su camino es un gesto profundo de respeto. Encenderles una vela en momentos especiales es como enviarles una carta luminosa, pero mantenerla encendida todo el año es como pedirles que nunca se vayan… Y eso no es amor, es apego.
Amar verdaderamente a quienes ya partieron implica soltarlos con paz, así, su luz brilla en el lugar donde pertenece, y la nuestra, en la Tierra, se mantiene serena y limpia.
La conexión en el Día de Muertos
El Día de Muertos es una de las celebraciones más importantes de nuestro México. Su origen proviene del entendimiento de que la vida y la muerte son parte de un mismo ciclo: los vivos recuerdan a los muertos, y los muertos bendicen a los vivos desde el mundo espiritual. Sin embargo, detrás de la belleza de los altares y la nostalgia de las flores, existe un equilibrio energético muy delicado que conviene respetar para no alterar los planos entre los vivos y los difuntos.
El altar no debe levantarse solo “porque toca hacerlo”, sino con una intención clara: honrar y agradecer, no retener ni llamar. Montar un altar sin consciencia puede generar un canal abierto innecesario, especialmente si se usan muchos elementos de fuego (velas) o se deja encendido varios días después del 2 de noviembre. Antes de colocar cada objeto, te recomiendo decir algo como:
“Este altar nace del amor y del recuerdo. Que esta luz guíe tu camino hacia la paz.”
Si en la familia hay personas que partieron recientemente (menos de un año), no se recomienda compartir la misma vela ni el mismo espacio que los ancestros de años anteriores, ya que su energía aún está en tránsito, adaptándose al otro plano, y el llamado, se dice, puede desorientarlos o anclarlos. Lo ideal es colocar una mesa o rincón aparte, con una sola vela blanca y un vaso de agua, sin comida ni adornos excesivos. A ellos se les honra con silencio y oración, no con fiesta ni ofrenda abundante.
Además, se recomienda desmontar el Altar el 3 de noviembre a más tardar.
Mantenerlo después de esa fecha puede “estancar” la energía del duelo o permitir que la conexión se vuelva demasiado permeable entre planos. Antes de retirarlo, se puede decir en voz alta:
“Gracias por venir, por visitarnos y recordarnos el valor de la vida. Ahora regreso cada elemento a su lugar para que el ciclo continúe en equilibrio.”
Luego, el agua se vierte en la tierra, la comida se entierra y las flores se devuelven a la naturaleza.
Recuerda que el verdadero homenaje a los muertos se vive en las acciones diarias: cuidar lo que ellos amaron, mantener sus valores, nombrarlos con cariño y seguir creciendo. El Día de Muertos es solo un recordatorio sagrado de ese vínculo eterno, no un llamado a permanecer juntos entre planos.



